domingo, 11 de septiembre de 2016

Sexto día. La excursión a Styrsö


Ayer era el último día de estancia en Suecia, y nuestros amigos habían organizado una jornada fantástica de actividades al aire libre, un cambio absoluto tras el denso trabajo del viernes. ¡Íbamos a visitar una de las islas del archipiélago! Se trataba de Styrsö, que se encuentra en el centro de la parte sur del archipiélago. El famoso archipiélago de Gotemburgo se divide en dos núcleos de islas, denominados archipiélago norte y sur respectivamente. El norte, aunque conserva la denominación de "archipiélago de Gotemburgo", no pertenece al área metropolitana de la ciudad, sino que está integrada en la de Öckerö, una ciudad situada más al norte. En la ilustración se aprecia claramente ambas zonas, donde se ve que Styrsö ocupa el centro del grupo más meridional.


Salimos temprano desde el centro donde primero tomamos el tranvía para llegar al puerto; allí cogimos el ferri que tras un paseo de una media hora nos dejó en el embarcadero principal de la isla. Al principio el día estaba un poco nublado, pero pronto abrió la mañana y pudimos tomar muchas fotos. El viaje fue un verdadero placer.





El tiempo acompañaba, una temperatura suave (unos 20º C), ideal para pasear y recorrer la isla. En ella viven unos 1400 habitantes,  donde se puede encontrar una oficina de correos, cafés, tiendas, restaurantes y los típicos "bed & breakfast" para pasar unos días de relax, disfrutando de las playas de arena dorada. También hay un espacio dedicado a la pesca al sur de la isla que hace las delicias de los aficionados, que acuden para gozar de su afición rodeados de paz y silencio.






Nuestro objetivo era alcanzar el punto más alto de la isla, Stora Rös, desde donde se tiene una perspectiva privilegiada del archipiélago; en días despejados se puede ver Bohuslän al norte, Gotemburgo al este, Halland al sur y la silueta de Vinga a oeste. Para llegar allí era necesario atravesar la isla y cruzar un bosque haciendo un recorrido de unos 5 km. Pero las vistas lo merecían...




Después descendimos a una zona deportiva donde jugamos un partido de béisbol sueco en el que hemos participado los cuatro países. Fue muy entretenido y nos abrió a todos el apetito. Se acercaba ya la hora de comer (horario sueco, ni que decir cabe) así que pusimos rumbo de nuevo al embarcadero, donde pensábamos comer.






Fue entonces cuando se produjo el único contratiempo del día: al parecer, había una confusión con respecto a la ubicación del restaurante donde estaba previsto el almuerzo; no estaba en la isla de Styrsö sino en Donsö, situada al sudeste. Ambas islas están comunicadas por un puente, pero el acceso se encontraba en la costa opuesta.

En realidad, este pequeño momento de nervios sirvió para conocer aún más la agradable disposición de los lugareños: una señora que conducía un pequeño coche eléctrico se ofreció a cruzar para traernos la comida, y así lo hizo sin dudarlo. Gracias a ella pudimos comer (un poco justos de tiempo, pero muy agradecidos a la mujer).





Enseguida volvimos a subir en el ferri, de vuelta a Gotemburgo, pues nos esperaba otra excursión como cierre de nuestro día y de nuestra estancia en Suecia: un crucero al atardecer con cena y música en directo.




¡Cuál no sería nuestra sorpresa al ver que Peter, el profesor sueco, tocaba también! El crucero de tres horas nos permitió recorrer Gotemburgo, el río y ver el archipiélago. Y cenar, cómo no. 






De vuelta al puerto dijimos adiós al paisaje de Gotemburgo, a sus islas, su mar sempiterno y a la amabilidad de sus habitantes. Han sido seis días de estancia que van a contar con un día más inesperado: hoy tenemos el día libre para hacer las últimas compras y despedirnos de las familias que nos han alojado: seguiremos viaje con ocho estudiantes suecos y dos profesores, pero los padres, las madres y los hermanos quedan atrás. Y va a dar pena despedirse.

Lo dejamos aquí por hoy, con el atardecer sobre Gotemburgo y nuestros chicos oteando el horizonte: nuevos caminos se abren ante ellos...




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