domingo, 18 de septiembre de 2016

Duodécimo día. El Parque Nacional del Bosque Bávaro


El viernes tocaba uno de los platos fuertes de nuestra estancia en Alemania: la visita a un destacado Parque Nacional, el Parque Nacional del Bosque Bávaro; se encuentra junto a la frontera alemana con la República Checa. Fue el primer Parque Nacional de Alemania, inaugurado en 1970, y junto al vecino Bosque de Bohemia checo, constituye la mayor área de bosque continuo en Europa central.



Dentro del parque, las zonas más protegidas son los bosques de pícea de Noruega, junto con los de abeto común y haya, así como los pinsapos. En el Parque se sigue la norma de ninguna intervención humana, dejando a la naturaleza seguir su curso, incluso en casos de catástrofes (como la plaga de escarabajos que asoló una parte del parque en los años 90), lo que ha provocado cierta controversia sobre los límites de la "vida salvaje" y su protección. 



El Parque se extiende por el término municipal de nueve localidades, que también poseen áreas de preparque igualmente protegidas. Su extensión corre paralela a los picos más importantes de la región, como son el  Großer Falkenstein (1.305 m), el Lusen (1.373 m) y el Großer Rachel (1.453 m ). El parque recibe más de 700.000 visitas anuales y es un motor económico destacado de la región.



En nuestra visita recorrimos una ruta por el interior del Parque que nos permitió conocer de cerca su biodiversidad; de los caminos a la altura del suelo pasamos a las pasarelas elevadas que nos permitieron tener una visión más directa de los árboles y obtener una vista desconocida del Parque.







La monitora que nos acompañaba nos contó además la difícil historia de formación del Parque, idea surgida ya a finales del siglo XIX pero que la II Guerra Mundial y el posterior bloqueo del Telón de Acero había impedido llevar a la práctica antes; a pesar de la delimitación del Parque en 1970, era necesario actuar de la misma forma en la ladera opuesta de la cordillera. La creación del Parque Nacional de Šumava en 1991 en la entonces Checoslovaquia al otro lado de la frontera supuso la culminación de un proceso de protección y defensa de la zona que aún hoy en día se mantiene.



Otro momento impresionante de nuestra visita fue el acceso a la Torre del Árbol. Se trata de una estructura ovoide construida en 2009 por el arquitecto Josef Söger utilizando madera laminada de pinos y abetos. Esta torre de 44 m de altura alberga unas rampas en espiral que permiten acceder a un mirador desde el que se puede tener una vista de 360º del Parque; dentro se encuentran tres grandes abetos viejos de 38 m, que quedan en su interior como si de un santuario se tratara.





Dejamos atrás el increíble Parque Nacional (del que podéis descubrir mucho más en su web, que tiene versión en inglés aquí) y tras dos horas y media de autobús, nos detuvimos en Walhalla. Se trata de una réplica exacta del Partenón de Atenas, construido a orillas del Danubio en el primer tercio del siglo XIX por el rey Luis I de Baviera. 




"Walhalla" es el equivalente del Olimpo griego en las mitologías nórdicas; era la sala que habitaban los dioses y donde eran recibidos los guerreros y héroes caídos en la batalla. El rey Luis I mandó edificar este monumento como homenaje a las grandes figuras germanas, de quienes se conserva una colección de bustos en su interior. No se limita a personajes ilustres de Alemania, sino del mundo de habla alemana; se puede contemplar el busto de Kant, Beethoven, Copérnico, Einstein, Durero,  Catalina de Rusia, Paracelso o Sophie Scholl, por dar algunos ejemplos.  








Tras un pequeño descanso y muchas fotos, volvimos al autobús, pero esta vez para un recorrido corto. El Walhalla se encuentra a seis km de Ratisbona (o Regensburg, en alemán), y fue allí donde terminamos la tarde, haciendo un breve recorrido por esta ciudad, la cuarta más importante de Baviera.




La ciudad cuenta con 150.000 habitantes, a los que es necesario añadir los que viven en los pueblos del entorno y los alrededores (unos 35.000 más) y la destacada población universitaria (en torno a 20.000). Es la presencia de una comunidad de estudiantes tan notable lo que hace de esta ciudad un lugar animado con mucha vida cultural y gran cantidad de bares y cafeterías.





Paseamos por sus animadas calles y vimos los dos emblemas de la ciudad: la catedral de San Pedro y el puente del piedra del siglo XII. El casco histórico de Ratisbona, al igual que ocurre en Sevilla, es Patrimonio de la Humanidad por conservar en muy buen estado  gran cantidad de edificios que atestiguan su pasado románico y gótico.

Tras este paseo relajado, volvimos a Amberg, donde llegamos a las nueve de la noche tras un día cargado de descubrimientos. La cuenta atrás ya estaba en marcha, porque el sábado sería nuestro último día en Alemania. ¡Qué rápido pasa el tiempo cuando te lo estás pasando tan bien!



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