viernes, 23 de septiembre de 2016

Decimoctavo día. La visita a Milán


La mañana comenzó un poco accidentada: había que estar en la estación de tren antes de las ocho para asegurarnos de que nadie se retrasaba y poder coger el tren a tiempo, que salía a las 8.09. En  nuestra visita a la capital lombarda nos acompañaría un profesor italiano con un grupo de 30 italianos estudiantes del Vittorio Emanuele; al igual que hicimos nosotros en Sevilla, no siempre los profesores responsables de la Erasmus + podían acompañar a los visitantes, y otros profesores se prestaron a hacerlo, llevando en el viaje a otro grupo diferente de alumnos del centro.

Aprovechando el pase de interrail, el trayecto en tren no nos costaría dinero (lo mismo que ocurrió en Nuremberg), y lógicamente, era necesario llevarlo encima para poder validar el viaje; por desgracia, con las prisas por llegar a tiempo a la estación, una de nuestras chicas lo olvidó en su casa. Hubo que sacar en el momento un billete para Milán (no muy caro, pero muy inconveniente por la hora y los nervios del momento). Por fortuna, y casi como si fuera de película, los rezagados subieron al tren en el último segundo, cuando el pitido anunciaba ya el cierre de puertas y la partida. 


La gigantesca Piazza del Duomo nos impresionó al vernos frente a la resplandeciente fachada de mármol de la Catedral. Nuestra visita no se limitó al interior, sino que también pudimos subir a la azotea del templo, desde donde se contemplan unas vistas inmejorables de la ciudad de Milán.







Siguiendo nuestro paseo, pudimos entrar a ver uno de las joyas de la ciudad: la Última Cena de Leonardo da Vinci, que se encuentra en el refectorio del monasterio de Santa Maria delle Grazie. Es necesario reservar con meses de antelación para poder ver el excepcional fresco, pero el esfuerzo merece la pena. Más de uno de nuestros chicos se emocionó al verlo. ¡Cosas así son gratificantes al máximo para un profesor!





El Castillo Sforzesco, ciudadela construida por la familia Sforza que contiene palacios y edificios de distinta época, fue otra de las paradas en nuestro camino. Allí pudimos además contemplar no solo la arquitectura tan variada que contiene la fortificación, sino que entramos en uno de sus museos, que alberga la Pietà Rondanini, considerada la última obra esculpida por Miguel Ángel.








Tampoco pudo faltar en nuestro paseo atravesar las famosas Galerías Vittorio Emanuele II, un verdadero hito arquitectónico en la historia del moderno concepto de centro comercial cuya estructura de hierro central inspiraría a Eiffel la torre que lleva su nombre. 




Contamos, con es lógico, con nuevos cicerones a lo largo del día. Nuestro paseo fue largo (más de 14 km), y cuando subimos al tren a las siete de la tarde estábamos agotados, aunque la visita nos había dejado con ganas de más. Milán es una ciudad para volver muchas veces...



No hay comentarios:

Publicar un comentario