viernes, 9 de septiembre de 2016

Cuarto día. Äskhult y Varberg


El programa de actividades de cada país debe ajustarse a un esquema idéntico, acordado en las reuniones previas celebradas en Bérgamo en octubre de 2015. Ya hemos hablado de los workshops (dos como mínimo en cada visita), y lo mismo ocurre con las excursiones: debe haber dos programadas y en la medida de lo posible, relacionadas con la idea de turismo sostenible. 

Como recordaréis, nosotros llevamos a los visitantes a Córdoba en tren y les preparamos una visita en jeep por Doñana, el segundo como muestra de turismo en la naturaleza y del impacto urbanístico  en la zona de Matalascañas (ved si no las entradas anteriores del blog). Ayer nos tocó a nosotros conocer más sobre la realidad sueca, y hay que reconocer que fue una salida  impresionante.






La primera parada ha tenido lugar en Äskhult; se trata de la única aldea de Suecia que conserva la ubicación primitiva de sus granjas, que datan del siglo XVII (los edificios más antiguos) y XVIII. Este pequeño santuario se ha mantenido intacto porque durante la reforma agraria del siglo XIX no se tiraron abajo sus edificios antiguos para construir otros más modernos, como sí ocurrió en gran parte del país. En ellos se recrea cómo era la vida en una granja durante el siglo XVIII y XIX, y su ambientación histórica forma parte de su atractivo turístico. La aldea contaba con unos treinta y cinco habitantes a finales del siglo XIX; varios emigraron a Estados Unidos a principios del siglo XX, y el último habitante autóctono de las granjas murió en 1964. 








La aldea está compuesta por cuatro granjas (Bengts, Derras, Göttas y Jönsas), donde un grupo de monitores vestidos con ropa de época explican el ritmo habitual de trabajo y la manera de vivir que tenían sus antiguos habitantes; los animales que viven en las granjas son criados a la vieja usanza, y también en los huertos se pueden ver los cultivos ecológicos, producidos de manera tradicional sin pesticidas de ningún tipo. Igualmente se pueden ver utensilios y trabajos de la época, como el antiguo telar, la cocina de leña o la rueca, que permitía a las familias autoabastecerse de todo lo que necesitaban, incluida la ropa.





Luego vino un momento muy divertido: la preparación del almuerzo. Como estábamos en una aldea decimonónica y había que evitar anacronismos (es decir, nada de McDonald's ni Telepizza), no nos quedó más remedio que encender nuestra barbacoa a la vieja usanza para calentar las salchichas que nos servirían de sustento. ¡Qué duro era cocinar cuando no existían las placas vitrocerámicas!






Tuvimos entonces un rato de descanso para hacernos fotos y subirnos al autobús para seguir nuestra ruta: ahora, en dirección Varberg.




Varberg es una ciudad costera famosa por sus playas de arena y sus balnearios. Más al norte, el paisaje costero cambia y se vuelve rocoso, dificultando el acceso al mar; de ahí que la ciudad se haya convertido en un destino turístico de veraneo para las ciudades del interior. La geografía de la zona contrasta mucho con lo visitado por la mañana, pues es un terreno bastante plano con poca vegetación; sin embargo, a pocos kilómetros de la costa, comienzan de nuevos los bosques y una zona de lagos muy popular entre los lugareños.





Uno de los atractivos de la ciudad es su fortaleza, cuyas partes más antiguas se remontan al siglo XIII; sirvió como instalación militar hasta 1830 y como prisión hasta 1931, y en la actualidad alberga un museo histórico de la ciudad. 







En el museo hubo tiempo para todo: historia, arte, armas, una improvisada clase con su pizarra inclusive y una foto con los músicos de Bremen que pasaban por allí.




La tarde se completó con el paseo por la playa, y algún valiente se atrevió a bañarse: temperaturas aún veraniegas para los suecos pero para nosotros ya un poco otoñales...Llegó el momento de tomar de nuevo el autobús, esta vez en dirección a Gotemburgo.



Y seguimos con el reportaje sobre las casas de nuestros chicos. Cristina se queda en casa de Mikaela, donde también se alojan la italiana Alessia y el alemán Josh. ¡Está muy bien acompañada! Aunque en este caso se trata de un piso, veréis que la naturaleza sigue presente alrededor.


Lo mismo le ocurre a Alejandro Pérez, que ha sido recibido en casa de Zoi, donde también convive con un chico alemán. El entorno es de un verdor brillante que llama la atención. ¡Quién pudiera sentarse en esa terraza a ver el paisaje! 



María se queda en casa de My (precisamente la chica que ella alojó en febrero) y tiene unas vistas espectaculares en la parte de atrás de la casa; Alejandro Torrano se queda en casa de Frida. Algo que le ha llamado la atención a Ale es la costumbre de quitarse los zapatos al llegar a casa, donde todo el mundo camina descalzo. Otro hábito al que no queda más remedio que adaptarse. Mientras no haga frío...


Y con esto decimos adiós hasta mañana, tras un día lleno de descubrimientos, ¡incluyendo las bicicletas sobre agua!

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