miércoles, 14 de septiembre de 2016

Noveno día. En el parque Monte Kaolino


Sí, llegamos el lunes por la noche: no perdimos el último tren de enlace. Pero entre que salíamos de la estación de Amberg, se hacían las presentaciones de rigor con las familias y se marchaba cada uno a la residencia que le correspondía, nos acostamos casi a las dos de la mañana.

Y a las ocho ya estábamos levantados ayer. Tanja, la coordinadora alemana, había preparado para el primer día una actividad lúdica que nos serviría de transición tras el largo viaje: la visita al parque Monte Kaolino.




El principal interés del parque es una gigantesca duna de 35.000 toneladas de arena, producida a consecuencia de la extracción de una antigua mina de caolinita; la montaña había adquirido un tamaño tan considerable ya en los años 50 del siglo pasado que  los habitantes de la zona empezaron a utilizarla para practicar esquí.    Muy pronto se formó un club de esquí y se convirtió en un punto importante para la práctica de este deporte, con la particularidad de que se utiliza solo en los meses de verano, al contrario que las estaciones de esquí convencionales.



En 2007 se remodeló el parque, que además de la duna, ofrece otros servicios y actividades, como zona de acampada, piscinas, áreas recreativas y un geoparque donde se vela por la conservación del entorno. Se trata de un ejemplo perfecto de la reutilización de instalaciones y recursos con un interés turístico, de ahí que la visita fuera de gran interés desde el punto de vista de la sostenibilidad. Los estudiantes asistieron a una charla donde pudieron conocer la historia y las peculiaridades del parque.





Tras la exposición teórica, pudimos recorrer la parte más entretenida de Monte Kaolino: las atracciones. Aprovechando la pendiente de la duna se puede bajar a gran velocidad, y más de uno repitió la experiencia. 




También disfrutamos de las piscinas y de tiempo de relax para comer, algo que nos vino muy bien para reponer fuerzas y ensayar unos pasos de baile, a lo que se unieron algunos de nuestros compañeros extranjeros.


A media tarde se volvió a Amberg en autobús (el parque está a una media hora de distancia), y se dio la tarde libre a todos los Erasmus+.



Sin embargo, nuestros chicos contaron con una actividad extra. Leandra, una chica alemana que nos visitó en febrero, quería corresponder a los españoles invitándoles a una barbacoa en su casa. Estaban invitados igualmente los alemanes que alojaban a nuestros chicos y chicas, y se organizó un buen grupo para cenar. Así que la jornada se cerró con esta comida en grupo que sirvió para estrechar los lazos entre españoles y alemanes.

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